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Writer's pictureMalcolm Gore

Más familias se unen al proceso de regeneración del bosque nativo

Uno de nuestros orgullos más grandes de este año fue cuando dos familias más voluntariamente pidieron ser parte del proceso de restauración ecológica que empezamos hace casi dos años. ¡Ellos quieren convertir sus fincas en bosques nativos otra vez!


En esta foto puedes ver a algunas de las mujeres que pertenecen a la comunidad de restauradores de Mushullakta.


La familias Narváez-Yumbo y Narváez-Andi han decidido unirse a Humanos Por La Abundancia como restauradores. Estas dos familias se han comprometido con este enorme cambio porque entienden que unas prácticas más sostenibles dan como resultado más seguridad alimentaria para su propia familia y para su comunidad.


Así como la pandemia ha sido una llamada de atención para las personas en los países industrializados, estas dos familias se han dado cuenta de que dependían totalmente de fuentes externas para alimentar a su familia. Este es un gran cambio con respecto a un par de generaciones atrás, cuando sus antepasados ​​dependían del bosque y de la agricultura para satisfacer sus necesidades, y eran independientes del mundo exterior.


En los últimos 40 años, han visto entrar a las empresas naranjilleras y madereras, han visto partir a sus jóvenes, han presenciado la desaparición de animales y conocimientos ancestrales, y han soportado las penurias del alcoholismo, las enfermedades y la pobreza, los resultados inevitables de la globalización y de la comercialización.


Recientemente, han sido testigos de cómo sus vecinos han comenzado a regenerar sus tierras, con la ayuda de Humanos Por La Abundancia, y han decidido, por su cuenta, inscribirse y comenzar el largo proceso de la restauración de la tierra que ha sido el hogar de sus familias durante muchas generaciones.


La familia Narváez-Yumbo está compuesta por Galo y Germania, quienes tienen siete hijos viviendo con ellos en sus 23 hectáreas. 18 hectáreas están dedicadas al cultivo de naranjilla, un arbusto tropical que necesita mucho cuidado para poder producir suficiente fruta para fines comerciales.


En esta foto puedes ver a Galo, Germania y a uno de sus hijos; están mostrando uno de los árboles centenarios que todavía está en pie en su finca.


Además, en su tierra, Galo y Germania tienen alrededor de cinco hectáreas de bosque húmedo tropical secundario, donde aún quedan un par de árboles grandes. La pareja conseguía la mayor parte de sus ingresos de la venta de la cosecha de naranjilla a intermediarios que transportaban los productos a dferentes ciudades del Ecuador.


Galo está mostrando una planta de naranjilla, fruta que se usa para hacer el famoso jugo o helado de naranjilla.


Pero la pandemia ha afectado duramente a sus negocios, ya que los camiones han dejado de llegar, y los intermediarios ofrecen cada vez menos dinero por las frutas. Hay días en los que Galo, Germania y sus siete hijos subsisten únicamente de té.


Galo y Germania, que son primos de José, nuestro primer restaurador en la comunidad de Mushullakta, han estado participando en nuestros talleres y en el programa de agroecología comunitaria liderado por José y Mayra, y han decidido que también quieren restaurar su tierra.


Ellos obtendrán ingresos de los servicios ecológicos que ofrecen, y, además, saben que un enfoque agroecológico de la agricultura, que favorece la salud del ecosistema con la producción de alimentos, es más saludable para su tierra y para ellos mismos.


Antes incluso de firmar el convenio con nosotros para convertirse en restauradores, Galo y Germania habían sembrado árboles nativos en sus antiguos campos de naranjilla, y comenzaron a sembrar otros cultivos de producción rápida, que pueden proporcionarles una fuente de alimentos durante todo el año.


Otra nueva familia son los Narváez-Andi, con Juan e Inés a la cabeza. Ellos viven en sus 23 hectáreas con sus hijos, su nuera, y una nieta. Tres hectáreas de esa tierra se han dedicado a la naranjilla, mientras que 20 hectáreas todavía están cubiertos de bosque húmedo tropical secundario, y aún quedan muchos árboles grandes intercalados.


En esta foto puedes ver a Romel, Germania, Mishel (niña), Juan, Inés y Darwin.


Se trata de una familia que, para enviar a su hijo a la universidad, o para construir una casa para los recién casados, por ejemplo, tuvieron que recurrir a talar uno de los árboles grandes de su propiedad para venderlo como madera. De esa manera, han obtenido entre 300 USD y 3000 USD por árbol, según el tamaño y la especie.


Y es que, aunque esta práctica nunca les gustó, no tenían muchas opciones. Sin embargo, al participar en los talleres de permacultura que ofrecemos, Juan e Inés han aprendido que pueden cambiar sus tres hectáreas de tierra sembrada por una producción de alimentos más diversa, y sembrar diferentes especies de árboles y frutas perennes, que puedan prosperar en el sotobosque de las 20 hectáreas de su bosque; por ejemplo, el cacao es un árbol del sotobosque que puede crecer y dar frutos bajo el dosel de árboles mucho más grandes, que no necesariamente producen alimentos.


José e Inés están orgullosos de los grandes árboles en su propiedad, y están dispuestos a protegerlos para las próximas generaciones.



Según nuestros expertos en restauración y agricultura, estas familias tardarán cinco años en poder mantenerse con sus propios productos, e, incluso entonces, los desastres naturales u otros eventos impredecibles podrían enviarles de regreso al principio. Es por eso que los pueblos rurales que viven de la tierra deben tener múltiples fuentes de ingresos sostenibles, para que cuando llegue un incendio, una inundación o una pandemia, tengan una red de seguridad.


Tradicionalmente, las personas que conviven con la naturaleza han confiado unas en otras para superar los tiempos difíciles, razón por la cual existen lazos de comunidad tan fuertes en las tradiciones rurales de todo el mundo. Esos lazos también pueden tener un efecto negativo, ya que las personas pueden no estar dispuestas a cambiar sus formas de vida si la comunidad circundante no aprueba, especialmente, si ese cambio es promovido por gente citadina que les dice a los rurales cómo deben vivir.


En Humanos Por La Abundancia, estamos muy conscientes de estas dinámicas, y estas son parte de las razones por las que empoderamos a nuestros restauradores, no solo para que regeneren sus tierras, sino para que sean líderes en sus comunidades, impartiendo clases y liderando los días de trabajo comunitario.


Hasta ahora, este modelo ha resultado exitoso en la comunidad de Mushullakta y esperamos poder empoderar a los líderes comunitarios en todos los lugares donde trabajemos, ya que este tipo de cambio horizontal es mucho más efectivo, compasivo y sostenible.


¡Únete a nosotros en este esfuerzo! Para comprar los ecoservicios de nuestros nuevos restauradores: Galo, Germania, Juan e Inés, por favor haz clic aquí.

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